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Más allá de las advertencias periódicas del presidente ruso, Vladímir Putin, de recurrir a sus misiles atómicos, la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha provocado una amenaza nuclear mucho más cierta en un país que ya sufrió uno de los mayores accidentes de la historia, el de Chernóbil, en 1986. La central nuclear de Zaporiyia, ocupada el 4 de marzo de 2022 por las fuerzas de Moscú, se encuentra en “una situación sin precedentes”, según afirmó este viernes el director general del Organismo Internacional de la Energía Atomica (OIEA), Rafael Grossi, que se declara “extremadamente preocupado” por la seguridad.
Hace ahora dos años, el ejército ruso bombardeó la instalación para hacerse con ella ante la perplejidad de medio mundo. Desde entonces ha sufrido ocho apagones totales que han obligado a su personal a recurrir a generadores diésel para poder enfriar sus seis reactores y, en las últimas dos semanas, ha dependido de una sola línea eléctrica de las 10 que la abastecían antes de su toma, sin ninguna otra fuente de alimentación de respaldo.
Cuando empieza el tercer año de la guerra, el precario funcionamiento de la central sigue siendo una fuente de preocupación extrema. Desde que se iniciaron las hostilidades, el responsable del OIEA la ha visitado en nueve ocasiones Ucrania para supervisarla. El organismo mantiene un equipo de inspectores en la instalación que informa puntualmente de las explosiones y la actividad militar que se registra a su alrededor en un lugar, Energodar, en la orilla sur del Dniéper, donde las alarmas aéreas son constantes. La carencia permanente de energía no solo afecta a la capacidad de enfriamiento de los reactores, sino también “a otras funciones esenciales de seguridad nuclear, tecnológica y física”, según el organismo.
El hecho de que una instalación de este tipo siga funcionando en estas condiciones es, en palabras de Grossi, “una situación sin precedentes en la historia de la energía nuclear”, algo “claramente no sostenible”, ha afirmado. “Sigo extremadamente preocupado por la seguridad nuclear en la planta”, ha añadido el director general. Durante las últimas dos semanas, la central ha dependido de una única línea de 750 kilovoltios para recibir el suministro eléctrico que necesita, sin ningún tipo de energía de respaldo para el caso de que esta fallara. Los inspectores del organismo han asegurado que esperan que en los próximos días se ponga en marcha otra de 330 kilovoltios que pueda servir de respaldo. Hasta la invasión, la planta contaba con seis líneas de esta potencia y otras cuatro de 750 para garantizar su marcha.
El director general del organismo, que se entrevistó en febrero con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, para abordar la situación de las cinco centrales con las que cuenta el país, tiene previsto desplazarse a Rusia este martes, donde es probable que se encuentre con Putin y que ambos aborden la situación en la que se encuentra la planta de Energodar.
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El presidente de Energoatom, Peter Kotin, ha asegurado este lunes que el aniversario de la toma de la planta se produce en un momento especialmente delicado, porque el plazo de seis años de uso del combustible nuclear está a punto de expirar. También porque, asegura, los rusos no permiten trabajar en la central a personal cualificado de nacionalidad ucrania, que ha sido sustituido por empleados con poca formación procedentes de plantas rusas. “¿Será esta fecha el inicio de la cuenta atrás para acontecimientos trágicos y catastróficos para toda la humanidad?”, se pregunta en un artículo para conmemorar el segundo aniversario de la toma de control de central de Zaporiyia. Después se responde: “La probabilidad de que esto ocurra es mayor que nunca”.
De los siete pilares, seis comprometidos
El momento más cercano al desastre en estos dos años de control ruso se produjo el pasado 6 de junio, cuando las tropas del Kremlin volaron la presa de la central hidroeléctrica de Nova Kajovka (150 kilómetros al suroeste) provocando el vaciado del embalse del que se alimenta la planta y obligando a rellenar la piscina con la que se enfrían los reactores. “Continúan los debates sobre la necesidad de afrontar las consecuencias de las inundaciones en la provincia de Jersón”, ha sostenido el máximo responsable del OIEA este lunes, en referencia a la posible contaminación esparcida por la catastrófica crecida que generó el ataque aguas abajo, en la desembocadura del Dniéper.
Con una gran carencia de personal —algunos de los empleados de nacionalidad ucrania dejaron sus puestos tras el inicio de la guerra— y sin tener asegurada la alimentación, seis de los siete pilares que estableció el OIEA para garantizar la seguridad en la central se encuentran comprometidos, según los inspectores: el funcionamiento completo de sus sistemas de seguridad, la seguridad y protección de su personal, el suministro energético seguro, la protección de la cadena de suministro logístico y de transporte, el establecimiento de sistemas eficaces de vigilancia de la radiación dentro y fuera de la central, y la comunicación con el regulador, la empresa estatal ucrania Energoatom.
El único compromiso que, hasta ahora, se ha respetado es la integridad física de las instalaciones, pese al bombardeo que Rusia perpetró sobre su área de pruebas para hacerse con ella ocho días después de iniciar su invasión, generando un incendio que, según Ucrania, causó varios muertos entre sus empleados. Ucrania estableció tras la toma de esta infraestructura un dispositivo de crisis para el caso de un accidente atómico que implicaría la evacuación obligatoria de 300.000 personas en las regiones de Dnipropetrovsk, Zaporiyia, Jersón y Mikolaiv, y periódicamente organiza simulacros en la zona.
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