Beatrice Alemagna, una de las principales exponentes de la literatura para niños en la actualidad, ha desarrollado una carrera que rompe con las convenciones y extiende los límites de la fantasía infantil. Esta creadora italiana, reconocida por su distintivo estilo y su enfoque manual, no solo se dedica a escribir e ilustrar sus libros, sino que también promueve una literatura que valore la curiosidad de los niños y se oponga a las restricciones impuestas por la censura o los miedos adultos.
Desde pequeña, Alemagna sabía cuál sería su destino. A los ocho años, ya se imaginaba como una «gran pintora de novelas», tal como escribió en una composición escolar que aún guarda. Actualmente, con más de 40 libros para niños traducidos y reconocidos globalmente, ha cumplido con creces ese sueño. No obstante, su camino al éxito no ha estado libre de obstáculos. Alemagna lidia continuamente con los prejuicios respecto a la literatura para niños y la creciente inclinación a censurar y simplificar las historias dirigidas a los más pequeños, algo que encuentra sumamente inquietante.
Desde temprana edad, Alemagna tenía claro su camino. A los ocho años ya soñaba con ser una «gran pintora de novelas», como escribió en una redacción escolar que aún conserva. Hoy, con más de 40 álbumes infantiles traducidos y aclamados en todo el mundo, ha cumplido ese sueño con creces. Sin embargo, su éxito no ha estado exento de desafíos. Alemagna enfrenta constantemente los prejuicios hacia la literatura infantil y la creciente tendencia a censurar y simplificar las historias destinadas a los niños, un fenómeno que considera profundamente preocupante.
La autora, quien se define a sí misma como «ilustrautora» porque combina la escritura y la ilustración, ha destacado por obras que celebran la imperfección, la curiosidad y la libertad creativa. Uno de sus libros más icónicos, ¿Qué es un niño?
No obstante, este respeto por la niñez contrasta con las limitaciones que a menudo se imponen sobre sus trabajos. Alemagna deplora la creciente «mojigatería» en el ámbito editorial, donde ciertas de sus historias han sido censuradas o alteradas antes de ser publicadas. Por ejemplo, en su obra El maravilloso mini-peli-coso
, un carnicero aparece con un cuchillo ensangrentado, un detalle que fue suprimido en ediciones de algunos países. «En ocasiones acepto las modificaciones para que el libro pueda publicarse, pero otras veces prefiero no ceder a los recortes, aunque eso implique que mi obra no sea lanzada», admite.
La autora también critica la expansión de libros infantiles con mensajes prefabricados, creados únicamente para impartir lecciones morales. «No escribo con el fin de imponer una moraleja o con la intención de provocar un efecto particular. Lo que busco es crear historias que tengan una razón urgente para existir, que no sean superfluas», comenta. Para Alemagna, escribir para niños requiere sinceridad y autenticidad, sin simplificar ni menospreciar su capacidad de comprensión.
La autora también critica la proliferación de libros infantiles con mensajes prefabricados, diseñados exclusivamente para enseñar lecciones morales. «No escribo para imponer una moraleja o para tener un efecto específico. Lo que busco es crear historias que tengan una razón urgente de existir, que no sean inútiles», explica. Para Alemagna, escribir para niños implica sinceridad y autenticidad, no simplificar ni subestimar su capacidad de comprensión.
Alemagna también admite que sus hijas son sus primeras lectoras, quienes le ayudan a perfeccionar sus relatos con una mezcla de críticas rigurosas y generosas. Su vínculo con ellas ha cambiado su visión sobre la literatura infantil, llevándola a apreciar aún más el impacto emocional que un libro puede ejercer en un pequeño. «Antes escribía para la niña que llevo dentro, pero ahora reflexiono sobre cómo los niños pueden reír o llorar con un libro. Eso me hace más consciente de la relevancia de mi labor», comenta.
A pesar de sus éxitos, Alemagna aún se enfrenta a los estigmas vinculados a la literatura infantil, un género que a menudo no se aprecia como parte del arte «serio». Sin embargo, su reconocimiento global y los miles de lectores que disfrutan sus obras indican lo contrario. Sus libros han sido traducidos a idiomas tan diversos como el ruso, el japonés y el checo, y su trabajo ha sido destacado en exposiciones internacionales y ferias literarias, incluida la renombrada Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, donde será una de las principales invitadas este año.
El esfuerzo constante de Alemagna hacia su oficio ha significado también sacrificios personales. «He vivido durante 25 años en una especie de abnegación. Me entrego a la necesidad de crear, de seguir adelante. No me permito olvidar mi trabajo», confiesa. Sin embargo, esa dedicación ha producido una obra que, aunque imperfecta y contradictoria como ella misma, ha logrado conectar de manera profunda con lectores de todas las edades.
El compromiso incansable de Alemagna con su oficio también ha implicado sacrificios personales. «Llevo 25 años viviendo en una suerte de abnegación. Estoy rendida a la necesidad de crear, de avanzar. No me concedo el derecho a olvidarme de mi trabajo», admite. Sin embargo, esa dedicación ha dado como resultado una obra que, aunque imperfecta y contradictoria como ella misma, ha logrado conectar profundamente con lectores de todas las edades.
Beatrice Alemagna es más que una autora e ilustradora; es una defensora de la imaginación, la libertad creativa y el respeto hacia los niños como lectores inteligentes y sensibles. En un mundo donde la censura y las fórmulas prefabricadas amenazan con limitar el alcance de la literatura infantil, su trabajo es un recordatorio de la importancia de la autenticidad y la valentía en el arte. Como una niña le preguntó en un papelito después de un encuentro en un colegio: «¿Cómo consigues hacer magia con tus libros?». La respuesta, quizás, está en su capacidad de ver el mundo con los ojos de un niño y transformar esa visión en historias que inspiran y emocionan.